Con la vuelta a una mayor volatilidad y ciclos económicos más cortos, la renta variable y la renta fija parecen menos estables, de forma parecida (aunque no igual) a la de los años setenta. Las correlaciones han cambiado, por lo que es posible que los bonos ya no sean la mejor forma de estabilizar las carteras. Aunque es improbable que lleguemos a los niveles de tipos de interés del 15% de las generaciones pasadas, también es poco probable que volvamos a cero. Por ello, los inversores pueden empezar a considerar un conjunto más amplio de inversiones alternativas, como las materias primas, el almacenamiento de energía y las infraestructuras. El uso de productos alternativos implica ser más dinámico. Si hemos de aprender del pasado, con épocas de alta inflación y subida de tipos como en los años setenta, también debemos recordar que en los setenta se produjeron repuntes muy fuertes de la renta variable. Los inversores deben ser adaptables.

Andy Warwick, gestor de cartera, Newton Investment Management

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