Los chips semiconductores están en el centro de una guerra tecnológica entre EE. UU. y China. Las crecientes tensiones políticas y comerciales siguen alimentando los temores sobre el suministro de este componente vital de la actividad económica. Esto, unido a la pandemia de la COVID-19, ha provocado un replanteamiento global de las cadenas de suministro y, a medida que China se desarrolla, de las amenazas que plantea este gigante tecnológico desde el punto de vista de la competencia y la seguridad.
No debemos subestimar la importancia de los chips de silicio. Son fundamentales para el funcionamiento de la economía mundial. Se trata de componentes críticos de casi cualquier producto manufacturado, desde robots industriales a teléfonos o coches, y constituyen la base de la infraestructura tecnológica de las empresas. Prácticamente todas las empresas dependen de infraestructuras de software y hardware, ya sean locales o en la nube, para ofrecer servicios o productos de valor añadido.
EE. UU. puso en marcha una legislación destinada a inhibir el desarrollo de la industria de semiconductores en China, con restricciones a la capacidad de las empresas occidentales para exportar los equipos críticos que China necesita para fabricar chips avanzados. Pero la perturbación relacionada con la COVID-19 también ha servido de acicate para la elaboración de políticas en EE. UU. La pandemia supuso una tormenta perfecta para la cadena mundial de suministro de semiconductores, afectando significativamente a la gran variedad de empresas que dependen de ellos.
Las perturbaciones, junto con las tensiones chino-estadounidenses, provocaron la promulgación de la Ley de CHIPS y Ciencia de 2022 (Ley CHIPS), que proporciona incentivos críticos para la fabricación de semiconductores e inversiones en investigación con el objetivo de promover el desarrollo de la industria estadounidense de semiconductores y contrarrestar las posibles amenazas a la seguridad y a la cadena de suministro.
Equipo de investigación de Walter Scott
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